La morfología fragmentada
de la geografía catalana ha dificultado
el desarrollo de grandes proyectos
de infraestructuras estratégicas.
En la imagen, tramo de la autovía C-31, entre Castell d’Aro y Santa Cristina d’Aro.
Durante el periodo 1990-2010 la población catalana experimentó un importante crecimiento con respecto al estancamiento de finales de la década de los ochenta, pasando de poco más de seis millones de habitantes a más de siete millones y medio, en un territorio de 32.106 km2 y con una densidad de población de 234 habitantes/km2.
No obstante, este incremento no se reparte de forma homogénea en todo el territorio, sino que es el área metropolitana de Barcelona la que concentra más del 66 % de la población en tan sólo el 10 % de territorio. De este modo, se ha ido produciendo una concentración creciente en las diversas coronas metropolitanas de Barcelona, con unos ejes de población bastante definidos a lo largo del litoral, del corredor prelitoral y de los valles fluviales; una tendencia que se extiende de modo creciente hacia el norte, hasta Girona, y por el sur, hasta el Camp de Tarragona.
Del conjunto de la población, entre un 10 y un 15 % de habitantes son de nacionalidades extranjeras, y hay más de 150 nacionalidades residentes en Cataluña. La evolución de la población en esta comunidad estará condicionada por la coyuntura económica. Aunque es probable que sigan llegando nuevos residentes, el ritmo de llegada tiende a debilitarse. Las previsiones indican que Cataluña tendrá en 2025 una población estabilizada de entre 7,9 y 8,2 millones de habitantes.
Población, actividad económica y movilidad
La actividad económica, industrial y de servicios se concentra en las áreas donde existe un volumen más elevado de población, y comporta un considerable aumento de la movilidad entre los puntos de residencia de la población ocupada y el lugar donde desarrolla sus tareas profesionales. Las comarcas con una mayor demanda de movilidad son, por tanto, las metropolitanas de Barcelona, aunque también ha aumentado la demanda en comarcas que han visto crecer su actividad económica, por ejemplo Osona, Anoia o Pla de l’Estany, entre otras.
La compleja morfología del relieve de Cataluña también ha influido en la concentración de las actividades económicas y productivas en las zonas donde las infraestructuras existentes permiten una comunicación más ágil y fluida, como en las franjas litoral y prelitoral, muy accesibles y con una mayor densidad de infraestructuras de transporte.
Por el contrario, esta morfología fragmentada de la geografía catalana ha dificultado el desarrollo de grandes proyectos de infraestructuras estratégicas, un factor que ha contribuido a la aparición de políticas de urbanización desordenada en ámbitos locales, tanto por lo que respecta a la diseminación de pequeños polígonos industriales, alejados de los núcleos urbanos, como en la creación de zonas residenciales aisladas de pueblos y ciudades.
Para responder a las necesidades futuras de movilidad, deberá mejorarse de modo substancial la red de infraestructuras de transporte, esencialmente el público.