Los puertos catalanes y la Zona Fraca de Barcelona


Magatzems Generals del Comerç
del puerto de Barcelona –actual
sede del Museu d’Història de Catalunya– a principios del siglo xx. Su construcción tenía como fin contribuir a situar la capital catalana «a la cabeza de las estaciones marítimas del Mediterráneo», afirmaba
en 1881 su autor, el ingeniero
Maurici Garrán.

El puerto de Barcelona ha sido tradicionalmente uno de los espacios de mayor concentración económica, no sólo de la Ciudad Condal sino de toda Cataluña. La zona portuaria siempre fue uno de sus espacios estratégicos. A mediados del siglo xv se empezó a construir el primer puerto artificial, que se fue ampliando en los siglos sucesivos, hasta que en 1772 se erigió el faro que ha llegado hasta nuestros días: la Torre del Rellotge. Desde mediados del siglo xix la mecanización del puerto no se ha detenido. Con la llegada del ferrocarril a principios de 1860, se construyeron nuevos almacenes y se introdujeron grúas mecánicas, de vapor, hidráulicas y, finalmente, eléctricas, que incrementaron de manera notable el movimiento de mercancías. El tránsito de pasajeros constituyó asimismo una de sus principales actividades, hecho que propició la construcción de un embarcador y de la primera estación internacional del puerto, seguida después por la de Balears. En la actualidad, el puerto de Barcelona también se ha convertido en un destino preferente de cruceros.

Otros puertos catalanes, entre ellos los de Tortosa, Tarragona, Cambrils, Salou, Palamós y Sant Feliu de Guíxols, también han sido núcleos de gran actividad económica desde la Edad Media, e incluso antes. A veces, sólo eran lugares para fondear cerca de la costa, sin muelles, lo cual requería el recurso de diversos servicios, por ejemplo descargar y cargar los barcos, que se delegaban en unos barqueros –a menudo con el trabajo de esclavos–, y la manipulación de las mercancías en tierra, confiada a los llamados bastaixos de capçana o macips de ribera. Todavía hoy la portalada de Santa Maria del Mar de Barcelona, la catedral de los marineros, luce dos representaciones de estos personajes.

El gran crecimiento del puerto barcelonés propició la idea de crear una zona neutral, o franca a efectos fiscales, para fomentar la actividad industrial. El año 1909 se presentaba el Plan del Llobregat, que no avanzó a causa de la presión de los agricultores afectados y de las asociaciones de empresas industriales españolas ante lo que calificaban como un privilegio para los catalanes que no estaban dispuestos a aceptar. El proyecto de la primitiva zona franca no prosperó. En su lugar, Barcelona consiguió en 1916 la concesión de un depósito comercial de mercancías con franquicias. El verdadero impulso de la zona franca se produjo en la década de 1920, durante la dictadura de Primo de Rivera. Tras la anexión del frente marítimo de Hospitalet de Llobregat al término municipal de Barcelona, empezaron las expropiaciones de terrenos de cultivo y pastos para crear una gran zona de actividad industrial. Desde aquella idea a la Zona Franca actual sólo ha cambiado el nombre, y aquel espacio se convirtió rápidamente en la concentración de actividades industriales más importante de Cataluña. Todavía tuvo que pasar mucho tiempo, hasta la última década del siglo xx, para que el gobierno autonómico impulsara la construcción en todo el territorio de las modernas centrales integradas de mercancías (CIM).