Un mayor grado de movilidad comporta normalmente un mayor impacto en el medio ambiente, dado que se producen más desplazamientos que, a su vez, generan más emisiones contaminantes, más ocupación del territorio y, a medio y largo plazo, la necesidad de disponer de más infraestructuras. Por tanto, parece imprescindible diseñar un modelo de desarrollo del territorio con unas infraestructuras y unos servicios de transporte que permitan absorber la creciente demanda de movilidad, pero de modo sostenible y eficiente, coherente con las necesidades y capacidades futuras.